
MI CAMPAÑA CON EL CHE

“…El Che estaba sentado en un tronco. Fumaba deleitándose con la fragancia del humo. Tenía la gorra puesta. Cuando nuestro grupo llegó, sus ojos relampaguearon de alegría.
El hombre más buscado por el imperialismo, el guerrillero legendario, estratega y teórico de proyecciones mundiales, bandera de lucha y esperanza, estaba allí, metido tranquilamente en el corazón de uno de los países más oprimidos y explotados del continente
Era la noche del 27 de noviembre de 1966.
Su viaje a Bolivia había sido uno de sus secretos, más fascinantes de la historia.
Pronto sus enemigos y el mundo entero serían testigos de su “resurrección”. Esta imagen se me ocurrió al recordar que los cables de las agencias imperialistas habían extendido su certificado de defunción: “victimado por el paredón castrista”.
Me golpearon varias reacciones: turbación por el respeto que le tenía (y mantendré siempre), emoción profunda, orgullo de estrecharle la mano, y una satisfacción difícil de describir al saber con absoluta seguridad que en ese momento me convertía en uno de los soldados del ejército que dirigía el más famoso Comandante Guerrillero…”